martes, mayo 08, 2007

Queja al espectro electromagnético

Hay que reconocerlo: Todos tenemos hábitos que nos abruman y que nos controlan. A veces son inocuos para la personalidad a veces vergonzosos. Al menos eso quiero creer. Yo tengo algunas, voy a contar dos.

La primera son los dibujitos animados.

Coincidencialmente, mientras escribo esto dan en 'Los Simpson' un capítulo en el que Homero es elegido líder sindical por mamerto, es decir, por defender intereses propios camuflados de populares. A lo largo del capítulo su extrema torpeza lo hace pasar por un "brillante político" ante el Sr. Burns, pero logra una victoria que no sólo lo beneficia a él, sino a sus compañeros frente al omnipotente dueño de la planta nuclear.

Creo que es una adicción inocua.

La segunda adicción: Soy adicto a los foros 'El Tiempo'.

Me divierto viendo cómo los extremadamente insensatos (me considero un moderado en ese asunto) comentan las noticias tendenciosas y mal redactadas. Además de eso, me doy el lujo de comentar, pero el problema es que me lo tomo tan en serio como si sirviera para algo y trato de mantener algo de 'altura', evitando las palabras 'paraco', 'cerdo' e 'hijueputa' (escrito como 'h1ju3pu7a' para evitar la censura), comunes entre los otros comentaristas, inclusive el grupo de los destacados al que con algo de esperanza acepté unirme por las llamadas telefónicas que me hicieron por no usar las palabras citadas arriba.

Esta sí me da oso.

Mi segunda adicción me llevó a uno de los artículos hechos por este diario ultra-oficialista para desprestigiar la oposición y enmascarar las inmensas embarradas de los defendidos, que contaba el comportamiento de un líder sindical amparado por un senador y la reacción de otros senadores pro-alvarín skywalker y anti-alvarín skywalker. (Perdón... en el segundo mandato se llama Al Vader)

Esto fue la gota que rebosó la represa que obstruía mi presencia en la esquizósfera (nueva palabra leída por ahí para denominar la esfera de los medios de comunicación de larga distancia).

Estoy convencidísimo de que un gobierno con tanto poder concentrado necesita oposición, pero no a estos puntos de ridiculez panfletaria en la que se pegan carteles en el senado.

Otra de las gotas que llenaron el estanque: Alguna vez alguien muy cercano a mi trató de defender los grafittis de la Universidad Nacional como un medio de expresión no solo válido, sino hermoso y liberador. Nunca me convencí por completo. Ni en parte. Siempre creí que bienes públicos tan públicos como la Nacional (o el andén o el parque o el aire) deben ser apreciados y cuidados, no atacados para 'defender causas' (ejemplo: "Apoyemos la guerra popular en Nepal" dice un graffiti que sobrevive en una pared de ladrillo) o bien por sucumbir a la presión del grupo para pertenecer e identificarse con una horda poderosa.

(De pronto mis desocupados lectores de la Nacional quieran opinar al respecto.)

Otra muestra más: Cómo es posible que consideren si quiera cercano o relacionable el 'defender los intereses del pueblo' con el hecho de vandalizar toda la carrera séptima, no solo con pintura, sino con piedras en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán y los almacenes de personas que no tienen por que pagar el pato, como la tienda de corbatas que no es ni Roche ni Monsanto ni Dow ni Coca-Cola ni la organización mundial de comercio.

Las tres gotas descritas tienen en común una adicción menos inocua que los dibujitos animados y los foros del tiempo: el poder. El poder quita la razón. El poder se vuelve una adicción incontrolable porque no hay límite para quien la padece y genera un impresionante nivel de tolerancia. Hasta la hipocresía de uno de nuestros ocasionales exmandatarios, Darío Echandía, era consciente de ello: "El poder para qué".

Aunque a veces me sorprendo pon ciertas actitudes más godas de lo que quisiera, como una obsesión por la memoria urbana y la ortografía poco sanas, me considero resonante con el lado izquierdo del espectro político. Creo en el balance del poder, en la redistribución de los recursos y en que los que generan la riqueza (los pobres) deben ser receptores de ella, no lo que son ahora, combustible o carne de máquina. Voté por Robledo y esta vez me decepcionó. Entiendo que debe seguir las estrategias del grupo y que es alguien consistente, pero la consistencia no puede ir más allá de la sensatez.

Las quejas que saco por acá se parecen al grito vagabundo de Guillermo Buitrago, sólo que sí me dejan pero llegan a un medio electromagnético donde la vibración mecánica del grito no tiene significado, no se difunde, así que es como si no me dejaran.

¿Cómo puede hacer uno para difundir una cultura de la oposición inteligente?

¿En estos tiempos de entropía de la información hay algún medio que pueda servir para actuar sin ser sólo uno de los componentes del ruido indiferenciado?

Si alguno de mis desocupados lectores tiene una sugerencia, no ofreceré puntos, porque una sugerencia de esas tendría más valor para la comunidad que mis valiosos puntos o comas que tanto aportan al discurso.

Post Scriptum: He aquí el vínculo a la gota que me trajo de vuelta a la esquizósfera.

1 comentario:

Irving dijo...

A mi los foros me dan siempre rabia, no lo puedo evitar, creo que he generado una nueva fobia, la forofobia. Pareciera que lo más revolucionario de todo esto de las telecomunicaciones y la aldea global y la red, es la posibilidad de opinar. Antes uno opinaba para uno o un par de amigos, a lo mucho para una clase, pero opinar para todos, para cualquiera, es algo que lo posibilitó la red. Creo que antes se opinaba menos, pero mejor, ahora se opina mucho, pero la calidad de la opinión es menor.

En cuanto a las posibilidades de una oposición inteligente, no veo muchas alternativas, pero por el lado de la televisión tendrá que darse algo, es ahí donde la opnion publica se unifica, y bueno, bien sabemos que la nuestra no es una televisión inteligente, novelas como el zorro deberíamos extirparlas del sistema, como el cancer que son.