miércoles, marzo 01, 2006

El moozak y el agua tibia

Esta tarde, yendo para mi casa, iba en un taxi que cumplía dos condiciones que casi nunca se cruzan. Al menos en mu experiencia: El chofer tenía puesta en el radio nuestra emisora más reconocida de moozak: 'Me[l]odía Estéreo 96.9'. La otra condición era que el conductor no manejaba como un salvaje.

Esto fue la excepción que confirmó la regla y que me animó a escribir esto.

El compositor canadiense Barry Truax define en su 'Handbook for acoustic ecology' al moozak como:
Pronombre genérico aplicado a todo tipo de babeo musical esquizofónico en lugares públicos, frecuentemente diseñado como un fondo para el provecho económico. No se debe confundir con la marca comercial Muzak.
Estamos más expuestos al moozak de lo que creemos.

Nada que hacer, la vida es [acústicamente] cruel. A veces, por lo menos.

Las dentisterías, la librería-papelería Panamericana, el Centro de Diseño Portobelo, la única oficina que conozco de un abogado penalista (1) y ciertos taxis, son unos de los espacios invadidos por este fenómeno seudomusical.

Las característica común a todos los lugares que sufren moozaquización es que la gente que los habita suele ser muy hostil, se ven tristes, apocados.

Cuando padezco de la fortuna de subirme en un taxi que tiene Melodía estéreo 96.9 en el radio, el conductor suele ser de muy buen trato, pero necesita desahogarse por algún lado. Maneja como loco. Frena en seco, le cierra a los otros carros, se pone en tercera fila en los cruces con semáforo...

Asustan.

A partir de acá puedo estar descubriendo al agua tibia.

Melodía estéreo dice programar música "científicamente escogida para su felicidad". ¿De dónde sacan los parámetros para escoger para MI felicidad? El programador las programa para SU felicidad.

Para infelicidad de nosotros, que no somos el dueño y/o programador de MS (2) nuestros detonantes aurales de felicidad no son los mismos que los de él y cuando nos enfrentamos a los entornos cundidos de esta radio (en general, cualquier tipo de moozak) entramos sin darnos cuenta en estados de malestar con manifestaciones variadas, que oscilan entre un inexplicable dolor de cabeza o mareo y unas ganas irrefrenables de hacer cara de culo.

Supongo que la desazón, ira y dolor expresados inconscientemente por los habitantes de estos espacios responden a la tiranía que sienten sobre ellos, con un 'gran hermano' sonoro que les dice "esto es lo que los hace felices".

Pero como somos unas pelotas de poco carácter (reconozcámolo, en el fondo todos lo somos) no bloqueamos el mensaje inconsciente que nos dice 'sean felices, les estoy dando las herramientas' y nos entra el trauma.

Lo de los estados de malestar lo comprobé una vez que entré a la Panamericana de al lado de donde mataron a Gaitán. No tenían puesta la emisora esta y atendían delicioso, con sonrisas que parecían sinceras y todo.

El fenómeno del taxista de hoy confirma la regla. O era abogado penalista, dentista, tenía acciones en MS (cualquiera de las dos, la del nerd o la del radio) o símplemente le gustaba la emisora y no tenía que desahogar la ofensa.

(1) Oportunamente, un amigo, cuyo padre es coleccionista de moozak, me informa que el señor además de coleccionar fenómenos seudomusicales esquizofónicos es abogado penalista y no es el de la oficina que conozco.

(2) Aaalaaa, lo acabo de descubrir: Al escribir mecánicamente las iniciales de Melodía eStéreo, me salen un par de letricas asociadas con sistemas operativos caros y mediocres y un nerd resentido.

Máquinas deliciosas (1)



En uno de los corticos que aparecían en Plaza Sésamo estaban la Rana René (¡transmitiendo desde Plaza Sésamo!) y el Monstruo Comegalletas. La Rana le estaba mostrando al Monstruo un teléfono. "Negro, con unos números en el frente..." lo describía el monstruo. Después preguntó con cara de antojo: "¿El teléfono es delicioso?" a lo que la rana respondió "no, el teléfono no es delicioso, sirve para hablar".

Ante tan formalista y rígida afrenta, el monstruo afirmó con toda la seguridad del caso: "El teléfono es delicioso". La rana replicó sustentándose en el uso convencional del negro aparato.

La tensión en el estudio de grabación aumentaba, visiblemente, teniendo como protagonistas a un peludo monstruo y un pelado anfibio, que discutían acerca de la validez gastronómica de un teléfono de bakelita. El clímax dramático del fragmento llegó cuando el monstruo cede a la tentación empujado por el reto que la autoridad impone y el hambre desaforado que caracteriza a ciertos seres de por allá y devora de pocos bocados a la negra máquina.

La rana, en visible estado de shock y con el ego herido mira al monstruo boquiabierta, mientras éste se relame de gusto. De pronto, suena un timbre y el monstruo tiembla al son de él.

Extrañados, los dos seres se miran a los ojos y el monstruo abre su bocota y la rana se acerca a la negra tronera como si no la conociera. Como si nada dice "¿Hola?". E inicia una conversación telefónica a través de la boca del monstruo.

Tengo mis serias razones para suponer que el que estaba en el set ese día no era el Monstruo Comegalletas, ya que todos conocemos sus gustos farináceos. Sólo habría podido saciar sus gustos con productos tecnológicos hasta la década pasada con cookies de los que hay en internet. Este cortico fue filmado mucho antes que eso. La primera vez que recuerdo haberlo visto fue en 1985, recién llegado del colegio, así que debe ser de los setenta, como mucho material de Plaza Sésamo.

Conozco personalmente a un pariente cercano del Monstruo Comegalletas llamado Tildo Pum Ring (1), de quien hay arriba una foto. Él se alimenta de objetos de telecomunicaciones, como cables, satélites, teléfonos, módems, etc. Es MUY parecido al Comegalletas, pero más bajito. Por esto deduzco que ese día el Comegalletas debía estar en licencia o enfermo (¿de tanto comer? lo dudo) y el señor Pum Ring lo reemplazó, causando nutricional-cibernéticamente anómala situación.

Hasta ahora Tildo Pum, cuando se le pregunta al respecto, sólo se ríe y cambia de tema, por lo que seguirá como suposición hasta que decida contarme.

Lo que sí sé con toda certeza es que Tildo siempre ha mostrado -como muchos conocidos humanos- una predilección por los aparatos análogos, como objetos su antojo gourmet.

***Fin de la introducción*** (por ahora)

(1) El apellido es una transcripción onomatopéyica, sus apellidos suenan como un golpe de tambor y un timbre de campana.